...Al año siguiente de fundada la nueva ciudad, el capitán general Hutten, volvía de una prolongada y penosa jornada, donde había perdido cinco años buscando el mítico Dorado; cuando regresaba hacia Coro, acierta a pasar por El Tocuyo, y se entera de que a Carvajal lo han nombrado su sustituto; sorprendido el alemán, que entonces contaba 28 años y poca experiencia en asuntos diplomáticos, se encoleriza ufanamente y le pide cuentas y razones del por qué ha fundado aquella ciudad.
¡Su merced se ha atrevido a usurpar mi lugar! Gritó a Don Juan, el encolerizado alemán…
Carvajal intenta explicarle con razonamientos, pero ambos se enzarzan en una discusión de tono desagradable y sacan las espadas, pero no llegan a agredirse…
¡Vuestra merced debería refrenar su lengua, no sea que la pierda en el trance! Respondía de Carvajal, iracundo por la rabia de tamaña ofensa…
Entre otras cuestiones de competencias administrativas y objetivos de mando, el tema que principalmente aflora es que Hutten, quiere despoblar El Tocuyo y llevarse otra vez la gente a Coro. El fundador, naturalmente se opone a las pretensiones del alemán, y este es el argumento que mayormente encrespa la agria discusión de ambos. La dicha fundación es acontecimiento que significa un punto de inflexión en el curso histórico de la provincia: se inicia el proceso poblador y va quedando atrás la época de las exploraciones.
Uno de los agentes de los Welser fue Felipe von Hutten, quien llegó a Coro, el único centro poblado de Tierra Firme y desde donde partían todas las exploraciones. Hutten salió en búsqueda de El Dorado en enero 1542, exploración llena de dificultades y que le tomaría unos cuatro años. Mientras tanto, Juan de Carvajal, quien había llegado a Coro en 1530, no estaba de acuerdo con la forma de gobernar de los alemanes, ya que su único interés era su enriquecimiento descuidando la población que prácticamente moría de hambre. Carvajal viajó a Santo Domingo, regresó encontrándose con la ausencia de von Hutten, con unos documentos donde se le da permiso para explorar y fundar ciudades. De manera que sale con un grupo de personas entre europeos e indígenas y funda El Tocuyo a finales de 1545. Hutten regresa y se encuentra con lo que había hecho Carvajal, va hasta El Tocuyo. Hutten tenía la intención de despoblarla y regresar a Coro. Von Hutten. Tuvo varias discusiones con Carvajal y a los días viendo que estaba en desventaja, prefirió salir de El Tocuyo y dirigirse a Coro, lo acompañaron Bartolomé Welser y algunos soldados.
El derrotero del altercado no presagia entendimiento y mientras ambos discutían, Bartolomé Welser (hijo de los banqueros) que acompañaba a Hutten con treinta hombres en aquella jornada, le da a Carvajal con el palo de la lanza y lo tira en el barro. Acto seguido, los soldados de ellos desarman a los de Carvajal y salen a galope, camino de Coro, llevándose armas y caballos de los que estaban con el fundador.
Para Carvajal, aquella afrenta colma la inquina que desde hacía tiempo sentía por los alemanes. Convoca a los suyos, se preparan y salen tras los ofensores.
¡A por ellos! ¡Cabalguemos y atrapémosles para recuperar nuestro honor! Increpaba Juan de Carvajal a sus hombres.
Al caer la tarde los alcanzan en el camino, y otra vez volverán las discusiones. El enfrentamiento dialéctico se complica, se enciende...; vuelven a producirse los insultos y las amenazas, y Carvajal pierde los estribos de la razón, y lleno de ira por la afrenta recibida, ordena a los suyos que decapiten a Hutten, a Bartolomé Welser y tres españoles más del escuadrón de los alemanes. Ni Felipe Hutten ni Bartolomé Welser pueblan la tierra, deslumbrados por el espejismo del Dorado.
La Historia no es obra de máquinas, sino de seres humanos que ven y que escuchan, la fascinación que ejerció el paisaje sobre aquellos conquistadores duros y decididos, segundones educados para ser príncipes y condenados por la realidad a no serlo, salvo si alcanzaban el éxito (y sobrevivían para contarlo) en las Indias; logreros, aventureros y hasta delincuentes, que purgaban, con el viaje a los nuevos territorios conquistados para el rey y para la nación española, los delitos que cometieron en su España natal, no desmayaron al tomar la espada para ejecutar labor de verdugo, a falta de este.
Como lugartenientes de Carvajal, y alcaldes de campo o del monte, Tomás Andrea y Pedro Mateos no se hicieron repetir la orden, tomaron a los prisioneros, a quienes previamente habían desarmado y atado de manos, y los colocaron inclinados sobre una rama baja de una ceiba, que había crecido torcida.
Allí, dos hermanos mestizos, hijos de español e india (Gayona), espada en mano, actuaron como verdugos. Uno decapitó a Hutten, mientras el otro simultáneamente hacía lo mismo con Bartolomé Welser, luego hacían otro tanto con los tres restantes españoles. Tomé y Pedro realizando una especie de labor policial observaban a los restantes, mientras parte de los seguidores de Carvajal mantenían a los rendidos prisioneros...